lunes, 14 de octubre de 2013

Todos somos iguales, todos somos diferentes

Durante toda nuestra vida nos damos cuenta que todos somos diferentes, cada persona tiene características que nos hacen únicos e irrepetibles y eso es una virtud muy especial e importante que hemos de saber transmitir a nuestros hijos y alumnos.

En la escuela la diversidad es algo positivo, es fundamental para enriquecernos de los demás y construir nuevos proyectos e ideas. Los alumnos crecen y se forman como personas si saben apreciar las diferencias que tenemos cada uno de nosotros.
Desde que somos alumnos estamos rodeados de gente con capacidades muy distintas, en ese momento no somos conscientes ni suficientemente maduros como para ver que estos compañeros nuestros necesitan una atención personalizada. Es en el momento que empezamos a madurar y a ser conscientes de lo que nos rodea cuando detectamos que todos somos muy distintos y que cada alumno necesita su ritmo y su momento. 
Podríamos decir que hay niños muy distintos, niños que tienen necesidades educativas especiales, alumnos en situación de riesgo social, alumnos con altas capacidades, alumnos inmigrantes, de otras culturas y lenguas, hay algunos que están motivados, otros que no están interesados, etc..., cada uno de ellos es distinto al de al lado. 
Hay un cuento que me gusta mucho, a través del cual, los niños se dan cuenta de las diferentes que existen entre ellos. El cuento es el siguiente...

Cuenta una historia de que varios animales decidieron abrir una escuela en el bosque. Se reunieron y empezaron a elegir las disciplinas que serían impartidas durante el curso.

El pájaro insistió en que la escuela tuviera un curso de vuelo. El pez, que la natación fuera también incluida en el currículo. La ardilla creía que la enseñanza de subir en perpendicular en los árboles eran fundamental. El conejo quería, de todas formas, que la carrera fuera también incluida en el programa de disciplinas de la escuela.

Y así siguieron los demás animales, sin saber que cometían un grande error. Todas las sugerencias fueron consideradas y aprobadas. Era obligatorio que todos los animales practicasen todas las disciplinas. 

Al día siguiente, empezaron a poner en práctica el programa de estudios. Al principio, el conejo se salió magníficamente en la carrera; nadie corría con tanta velocidad como él.

Sin embargo, las dificultades y los problemas empezaron cuando el conejo se puso a aprender a volar. Lo pusieron en una rama de un árbol, y le ordenaron que saltara y volara.

El conejo saltó desde arriba, y el golpe fue tan grande que se rompió las dos piernas. No aprendió a volar, y además no pudo seguir corriendo como antes.

Al pájaro, que volaba y volaba como nadie, le obligaron a excavar agujeros como a un topo, pero claro, no lo consiguió.

Por el inmenso esfuerzo que tuvo que hacer, acabó rompiendo su pico y sus asas, quedando muchos días sin poder volar. Todo por intentar hacer lo mismo que un topo.

La misma situación fue vivida por un pez, por una ardilla y un perro que no pudieron volar, saliendo todos heridos. Al final, la escuela tuvo que cerrar sus puertas.

¿Y saben por qué? Porque los animales llegaron a la conclusión de que todos somos diferentes. Cada uno tiene sus virtudes y también sus debilidades.

Un gato jamás ladrará como un perro, o nadará como un pez. No podemos obligar a que los demás sean, piensen, y hagan algunas cosas como nosotros. Lo queremos conseguir con eso es que ellos sufran por no conseguir hacer algo de igual manera que nosotros, y por no hacer lo que realmente les gustan.

Debemos respetar las opiniones de los demás, así como sus capacidades y limitaciones. Si alguien es distinto a nosotros, no quiere decir que él sea mejor ni peor que nosotros. Es apenas alguien diferente a quien debemos respetar.



Para terminar, os dejo un vídeo que me gusta mucho. Explica cómo se siente un niño con TDAH. 


1 comentario:

  1. Muchas veces un vídeo, por no decir imagen, vale más de 10.000 palabras. Que bonito!

    ResponderEliminar